Los Levi’s 501 acaban de cumplir 150 años.
La primera mujer que se atrevió a llevar vaqueros a diario no era una celebridad de la época, ni siquiera se dedicaba a las labores del campo. Se llamaba Viola Longacre y era profesora de inglés. A principios de la década de los treinta decidió llevar como uniforme unos vaqueros 501 mientras estudiaba en la Universidad de Fresno (California). Llevaban su nombre grabado en el forro del bolsillo. En 2017, una coleccionista de vintage los encontró en una subasta y se los cedió a Levi’s. “Contactamos con su nieta, Bette, que nos contó su historia. Aunque se casó, Viola era una mujer independiente que trabajaba y viajó lo que pudo durante su juventud. Son un modelo raro, con la etiqueta de tela en lugar de cuero y menos remaches metálicos; más barato, porque era la época de la Gran Depresión”, explica Tracey Panek, directora de patrimonio de la marca, sobre ese primer par de vaqueros, que ahora, por supuesto, se llaman Viola Jeans y han formado parte de la exposición que Levi’s creó el pasado mayo en la armería de San Francisco con motivo del 150 aniversario del 501. Allí estaban los modelos de Steve Jobs, Harvey Milk, Patti Smith o Sally Ride, la primera norteamericana en viajar al espacio, pero también el de un puñado de personas anónimas que, sin saberlo, estaban haciendo historia.
Porque Panek, historiadora de formación, lleva más de una década alternando visitas a museos y subastas con viajes a pequeños pueblos de la Costa Oeste y horas de rastreo en redes sociales con el fin de tirar del hilo de relatos personales en torno a un par de vaqueros. Uno de sus favoritos es el de Avtandil Lomsadze, un georgiano que, a finales de los años setenta, cambió la vaca de la familia por un par de 501. “En aquel momento los Levi’s simbolizaban libertad y rebeldía en las regiones soviéticas y como eran difíciles de conseguir costaban una pequeña fortuna”, cuenta Panek, “aquel intercambio convirtió a este joven en una leyenda en su pueblo, fue el amigo de uno de sus familiares quien nos escribió para contárnoslo”.
Se podría trazar una especie de historia social del siglo XX a partir de quién, cómo y cuándo llevaba unos 501. Por eso ahora, que se cumple un siglo y medio de aquel primer ‘lote 501’ de pantalones de denim con remaches que Jacob Davis creó junto a Levi Strauss, no sorprende comprobar cómo en la compañía cualquier rasgo de innovación remite siempre a su pasado, como si ya lo hubieran hecho todo. En la sede de Levi’s en San Francisco todos tienen claro que un 501 no es un objeto de moda, sino un artefacto cultural, “por eso cualquier novedad en realidad es un repaso a algún momento de su historia”, explica Paul O’Neill, director de diseño de las colecciones. Este irlandés, experto en vintage, no boceta ideas cada temporada, se dedica desde hace 15 años a bucear en un archivo de más de 20.000 unidades para rescatar piezas históricas y reproducirlas. “No hay un criterio claro en el que basarse para rescatar un modelo u otro”, comenta, “a veces es una efeméride, como el 50 aniversario del ‘verano del amor’ y a veces simplemente creamos primero una historia que contar y luego buscamos en el archivo una época concreta que tenga que ver con esa historia. De hecho, todavía no he descubierto todo lo que contiene”.
O’Neill empezó a coleccionar vaqueros Levi’s de adolescente, “ya coleccionaba vinilos, y la música me llevó a la ropa”, relata. Con los años, se dio cuenta de que “era lo único que nunca cambiaba de mi atuendo y que no necesariamente iba ligado al momento presente. Si veo fotos de mi padre, puedo adivinar la época en la que se tomaron por la ropa que llevaba, pero ni siquiera yo sabría decir de qué año es la imagen si solo viera sus vaqueros”, dice, y señala el primer modelo 501, de 1873, expuesto en un vitrina. Con una trabilla ajustable, botones para enganchar los tirantes, un único bolsillo trasero y perneras anchas (estaban pensados para llevar encima de la ropa de uso diario), un diseño que podría haberse creado anteayer, O’Neill los ha reproducido ahora en una colección de edición limitada, “lo hemos hecho de forma exhaustiva, con cada imperfección. Cuando volvemos a producir un modelo antiguo no cambiamos nada. Es fascinante ver cómo, cuando por ejemplo hacemos las fotos de campaña con un enfoque contemporáneo, ese vaquero sigue funcionando”.
“En realidad el diseño ya es perfecto, no responde a ningún tipo de modas y lleva siglo y medio evolucionando para que sea lo más práctico y resistente posible. Ahora de lo que se trata es de que cada elemento, cada pequeño detalle, sea más ecológico”, explica Paul Dillinger, vicepresidente de producto. Este exdiseñador se desencantó del modelo de producción de las firmas para las que trabajaba (“mismo proceso de confección, mismo abaratamiento de costes…”, dice) y comenzó a dar clase de patronaje y confección en escuelas de moda. “Cuando me llamaron, me permitieron compaginar ambos trabajos. Al final, en cualquier caso de lo que se trata es de investigar cómo están hechas las cosas y ponerlo en valor”, afirma. Desde que entró en Levi’s, en 2010, Dillinger ha experimentado con tejidos biodegradables (del cáñamo a la celulosa), con tintes creados a partir de bacterias y, por encima de todo, “con una idea más sensata de consumo. Es muy complicado equilibrar la producción en una marca grande con un mensaje contrario al sobreconsumo, pero es posible. Manejamos el único producto que no solo es durable, es mejor cuanto más envejece, por eso es importante educar al público sobre cómo cuidar sus vaqueros o saber que siempre pueden repararlos”, explica.
Todas las innovaciones que Levi’s pone en marcha están a disposición de otras marcas de la competencia que las quieran llevar a cabo. Hace poco más de una década inauguraron Eureka, un centro de experimentación abierto a cualquiera con una buena idea que mejore la eficiencia del producto. Fue así, por ejemplo, cómo descubrieron y apostaron por las lavadoras de ozono de la empresa española Jeanología, que les han permitido reducir el consumo de agua en más de un 90%. Más tarde, en 2018, crearon juntos el proyecto FLX, un sistema de láser que produce el acabado sin necesidad de químicos. Maquinaria futurista al servicio de patrones centenarios, tecnología aplicada al único objeto de consumo que nunca ha pasado de moda.
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